lunes, 18 de junio de 2012

MI REGRESO

Cuando estamos lejos de los sitios y las cosas más queridas es que realmente podemos valorar en toda su magnitud el significado que tienen para nosotros. Después de cuatro meses en casa, entre reposo absoluto, bolsas de hielo y antinflamatorios, por haber sido intervenida quirúrgicamente en la rodilla derecha, regreso a mi periódico querido, a mi quehacer diario que durante 31 años ha llenado mi existencia de un incentivo esencial. Aquí estoy, entre letras y pensamientos, volcando a la pantalla todos los sueños, realidades y criterios acumulados. A mi gente la encontré como siempre, laboriosa, camaraderil y con esa jocosidad que nos alegra la vida y permite sobrellevar los avatares del destino. Solo ensombreció ese regreso tan esperado la ausencia de mi viejito idolatrado el Día de los padres, es decir, ayer, porque él fue y lo será por siempre, la brújula de mi vida. No está físicamente, pero permanece a mi lado con su rostro serio, sus consejos sabios y sus manos suaves acariciando mi cabeza. Encontré en el archivo una crónica que hace alrededor de 10 años le escribí y publiqué en La Demajagua, y que hoy está totalmente vigente. Abrí los ojos al mundo y te vi, infinitamente tierno; balbuceé un papá como primera palabra y lloré tus ausencias obligadas cuando el deber lo impuso. Me acostumbré a tu rostro varonil y serio, a tus brazos fuertes que me protegían, al vez demasiado, a tu uniforme verdeolivo, que despertaba mi curiosidad infantil. De tu mano aprendí los primeros pasos, con la seguridad y estabilidad de tu presencia y compañía. Allí estuviste, siempre a mi lado, en las primeras letras, en las quejas escolares por mi locuacidad y en las felicitaciones por el desempeño pioneril. También permaneciste en los momentos difíciles, en los triunfos, en las decisiones... Cuánto ejemplo se resume en quien nunca impuso nada, solo sugirió o aconsejó. Que enérgico orgullo me hizo sentir tu entrega al trabajo, hasta los 78 años de edad, el respeto y la consideración de tus colegas, y ese inmensurable amor por la Patria y la Revolución. Ya no estás físicamente entre nosotros, pero aún guías mi existencia, pues por igualarte, por ser honesta y cabal como tú, vivo y respiro. A ti debo cuanto soy y tengo, a ti PADRE único, verdadero. Llegue simbólicamente hasta tu mejilla mi beso, que personifica el de miles de hijas.